quinta-feira, 26 de fevereiro de 2009

juan gelman


Por Juan Gelman, para Página/12

Ha habido records en la materia. El reciente del “mago de Wall Street”, Bernard Madoff –50.000 millones de dólares–, habrá hecho palidecer de envidia a Nick Leeson, que en 1995 segó la ancianidad del británico Barings Bank –233 años de existencia– haciéndole perder 1300 millones de libras esterlinas. El grupo financiero holandés ING compró entonces el Barings, de funesta memoria en el Cono Sur de América, por una libra esterlina solitaria. Otro muerto de envidia ha de ser Jérome Kerviel, que en 2008 defraudó 4900 millones de euros a Société Générale, el segundo banco más importante de Francia. Sir Robert Allen Stanford –el primer estadounidense nombrado caballero del Reino Unido y sospechado de lavar dinero del narco– no puede aspirar al primer puesto de la lista: apenas malversó 8 mil millones de dólares.

Los grandes fraudes disimulan los pequeños, que poco espacio consiguen en la prensa. Una dependencia del Departamento del Tesoro de EE.UU., la Red de aplicación de la ley a los delitos financieros (FinCEN, por sus siglas en inglés), informó el año pasado que los casos de fraude hipotecario denunciados por los bancos del país se multiplicaron por diez, y con creces, del año 2001 (4696) al 2007 (52.868) (www.fincen.gov, 3/4/08). Pocos llegan a la Justicia: un tercio de los agentes del FBI que investigaban estos temas han pasado a tareas de seguridad desde el 11/9. Cabe recordar que la punta del iceberg económico que actualmente enfría al mundo fue, precisamente, la burbuja hipotecaria.

Hay un fraude que le está ganando a Madoff: La Oficina del inspector general especial de EE.UU. para la reconstrucción de Irak (Sigir, por sus siglas en inglés), sucesora de la Autoridad Provisional y encargada de supervisar el manejo de los fondos destinados al destruido país, ha comenzado a investigar a los jefes militares y funcionarios civiles norteamericanos estacionados en Irak que se encargaron y encargan de administrar los 125.000 millones de dólares invertidos desde la invasión de 2003. Nunca se sabrá con exactitud qué proporción de esa suma fue malversada, pero un informe de la Sigir sugiere que puede superar los 50.000 millones de dólares (www.sigir.mil/reports, febrero 2009). Madoff ha sido destronado.

Los auditores de la Sigir descubrieron, por ejemplo, que el contralor estadounidense para el centro sur de Irak, Robert Stein Jr., había recibido 57,8 millones de dólares en billetes de 100 junto a los cuales, de pie, se fotografió triunfal. Es de los pocos condenados por fraude y lavado de dinero. Los dirigentes políticos iraquíes están convencidos de que el robo o la pérdida de ingentes sumas de dólares norteamericanos y de dinares iraquíes no pudieron tener lugar sin la participación corrupta de militares estadounidenses de alto rango. En 2004/2005, todo el presupuesto militar iraquí para la compra de armas, unos 1300 millones de dólares, fue invertido en helicópteros rusos de 28 años de edad incapaces de volar y de vehículos cuyo “blindaje” era pulcramente atravesado por una bala de fusil.

Ninguna grúa interrumpe el cielo de Bagdad, salvo las que funcionan en la amurallada Zona Verde para terminar la construcción de la Embajada de EE.UU. –la más grande del mundo– y las que enmohecen detrás de media mezquita gigante que nunca llega a serlo porque cesó cuando Saddam Hussein fue derrocado. Una de las pocas señales de inversión en Bagdad son las palmeras y las flores plantadas en los camellones del centro de la ciudad. Cada pocos meses las quitan y las vuelven a plantar (The Independent, 16/2/09).

Una investigación de las que exploran los fraudes y robos cometidos por personal estadounidense en los primeros años de la ocupación de Irak atañe al coronel (R) Anthony B. Bell, responsable de la contratación de obras en 2003/2004, y al teniente coronel de la fuerza aérea Ronald W. Hirtle, encargado de la misma tarea en Bagdad durante el 2004. Los auditores de la Sigir han retomado las revelaciones que, en su momento, les hiciera llegar Dale Stoffel, un vendedor de armas y contratista norteamericano que pidió y obtuvo una inmunidad limitada en sus negocios a cambio de informar sobre la red de corrupción en la Zona Verde. Stoffel dibujó un panorama digno de novela negra: decenas de miles de dólares llegaban furtivamente en envases de pizza o bolsas de papel a las oficinas de contratación (International Herald Tribune, 15/2/09). Hubo más de pulp fiction: en el 2004, Stoffel y uno de sus socios fueron acribillados en un tiroteo que nunca se aclaró.

Militares, funcionarios y contratistas de EE.UU. en Irak han ido más lejos que Madoff. Muchos siguen impunes, mientras Bernie padece arresto domiciliario: sus íntimos amigos cuando él era mago no quisieron aportar los 10 millones de dólares de la fianza que, durante el juicio, lo dejaría en libertad.

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