sexta-feira, 13 de fevereiro de 2009

El Foro Social en un sentido amplio

Por do sol na Ilha de Cotijuba, Belém, Pará:

Por Boaventura de Sousa Santos *

Página/12

A juzgar por las estadísticas, el IX Foro Social Mundial realizado en Belem fue un éxito: 133 mil participantes de 142 países; 489 organizaciones de Africa, 119 de América Central, 155 de América del Norte, 4193 de América del Sur, 334 de Asia, 491 de Europa y 27 de Oceanía. Entre todas, las participaciones más destacadas fueron las de los jóvenes (15 mil) y los pueblos indígenas (1300 llegados desde 50 países). Para los que ven en el FSM un espacio de encuentro, una plataforma de discusión sobre los problemas que afligen al mundo desde la perspectiva de quienes más los sufren, el éxito fue incondicional. Para los que esperan del FSM la formulación de políticas mundiales a seguir por los movimientos y las organizaciones que lo integran, el éxito del IX FSM no consigue disfrazar el agotamiento de su modelo organizativo.

Entre esas dos posiciones, quiero defender otra, asentada en la idea del FSM en un sentido amplio. En mi opinión, el proceso del FSM es hoy muy complejo y las reuniones bienales son sólo uno de sus pilares. Sin duda, fueron las que hasta ahora le dieron más visibilidad al Foro, pero no son las más importantes. Más allá de ellas, el proceso del FSM se basa en otros tres pilares.

El segundo pilar son las articulaciones mundiales entre movimientos temáticos que en los últimos años han llegado a definir acciones y agendas políticas a seguir tanto a nivel nacional como regional y global. Son, en este caso, las articulaciones entre organizaciones indígenas que, sobre todo en el continente americano, vienen asumiendo un protagonismo creciente, y ya tienen prevista para el 12 de octubre de este año una jornada mundial de lucha por la tierra-madre contra la mercantilización de la vida. Además de éstas, otras articulaciones han ido adquiriendo gran dinamismo: el próximo Foro Mundial del Agua; la auditoría global a la deuda externa de los países pobres; la agenda continental de los pueblos amazónicos; la agenda global de los derechos sexuales y reproductivos; la agenda continental de las poblaciones afroamericanas, principalmente en lo referente al reconocimiento de sus territorios ancestrales (“quilombos”), entre otras.

El tercer pilar del FSM en un sentido amplio es el constituido por la asamblea de los movimientos sociales. Es conocida, sobre todo, por las jornadas globales de lucha contra la crisis económica, contra los cambios climáticos, en defensa del pueblo palestino y en reclamo de sanciones internacionales contra Israel. Pero, además, es en la asamblea donde se transforman en decisiones políticas muchos de los debates planteados en las reuniones del FSM y es por esa razón que he venido abogando por una mayor articulación entre el FSM y la asamblea de los movimientos. El conjunto de esas decisiones constituye hoy la plataforma política del FSM y es a través de ella que se revela más claramente la alternativa al Foro Económico de Davos. Algunas de esas decisiones son: la regulación de los mercados y el impulso prioritario para los mercados internos; el control del capital financiero y de las actividades de las empresas multinacionales; la prioridad total para las energías renovables y la abolición del agrocombustible; la prohibición de la especulación financiera con las commodities; la centralidad de la agricultura familiar y la soberanía alimentaria en tanto instrumentos de lucha contra el hambre; el carácter vinculante de los tratados internacionales que garantizan la autonomía de los pueblos indígenas y afrodescendientes y su derecho a una consulta previa en relación con todos los proyectos de desarrollo o extractivos que los afecten; la extensión de la democracia participativa a la inversión pública a través de referéndum o consejos permanentes de ciudadanos y organizaciones; el desmantelamiento del Banco Mundial y del FMI y su sustitución por agencias de la ONU; auditorías internacionales a la deuda externa; la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, actualmente controlado por los mayores productores de armas; la derogación de las leyes antiterroristas cuando son usadas para criminalizar la protesta social pacífica.

El cuarto pilar del FSM en sentido amplio son los gobiernos progresistas que se inspiraron en el Foro para transformar de modo más o menos profundo la política de sus países. Cinco de ellos estuvieron este año en el FSM: los presidentes de Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela. Ciertamente, por ahora son todos gobiernos latinoamericanos. Pero es de prever que pronto surjan otros en otros continentes, incluso en Europa. Son ellos los que verdaderamente garantizan la eficacia de las decisiones políticas del FSM y, por eso, la autonomía entre esos gobiernos y el Foro, lejos de significar un divorcio, es la expresión de una complementariedad virtuosa.

* Doctor en Sociología del Derecho; profesor de la Universidad de Coimbra (Portugal) y de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.).

Traducción: Javier Lorca.

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