segunda-feira, 1 de setembro de 2008

Sombras de la guerra fría


El último gran enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos, a raíz de la invasión de Georgia, ha aumentado la tensión entre ambas potencias en un terreno complejo y delicado: el de la seguridad nuclear. En una decisión que desata en Washington ecos de la guerra fría, la Casa Blanca ha anunciado este pasado jueves que está considerando abandonar un pacto nuclear civil que firmó el pasado 6 de mayo con Moscú. “Estamos en un proceso de reevaluar nuestra relación con Rusia”, dijo la portavoz, Dana Perino.

El acuerdo fue presentado por Washington la pasada primavera como un gran logro en la cooperación nuclear entre ambos países. En virtud de este pacto, se les ofrecía a las empresas norteamericanas la posibilidad de participar en programas de energía civil en Rusia. Además, se contemplaba la posibilidad de que Rusia importara, almacenara y procesara material radiactivo vendido por Estados Unidos para su uso en reactores de todo el mundo. A efectos prácticos, el pacto, elaborado a lo largo de dos años de costosas negociaciones, le ofrecía a Moscú la posibilidad de participar en nuevos y lucrativos negocios mientras minimizaba la posibilidad de que su Gobierno desviara la energía nuclear civil para usos militares.

El presidente estadounidense, George W. Bush, se tuvo que enfrentar a las críticas de los demócratas en el Congreso, ya que algunos senadores consideraron que se estaba recompensando a Moscú mientras el Kremlin actuaba con pasividad ante el desarrollo de tecnología nuclear por parte de Irán. “Moscú se empeña en ayudar a Irán en sus programas nucleares y su construcción de misiles”, escribió el representante Edward J. Markey en una carta dirigida a Bush el pasado 1 de mayo. “Es un error recompensarle”.

Finalmente, el 6 de mayo, el hasta hace poco embajador de Estados Unidos en Moscú William J. Burns firmó el pacto con Serguéi Kiriyenko, director de la compañía nuclear pública de Rusia, Rosatom. “Una vez fuimos rivales nucleares. Ahora, somos aliados nucleares”, dijo Burns. Kiriyenko vio en el acuerdo una forma de “sepultar el legado de la guerra fría”. Ahora, puede que ese legado no se acabe de enterrar del todo.

En el estallido de la invasión de Georgia renacieron viejas heridas que todavía no han cicatrizado en Washington y Moscú. Recientemente, el primer ministro Ruso, Vladímir Putin, acusó a Estados Unidos de instigar el conflicto en Georgia. “La sospecha es que alguien en Estados Unidos diseñó especialmente este conflicto con el objetivo de hacer la situación más tensa y crear una ventaja competitiva para uno de los candidatos que lucha por el puesto de presidente del país”, dijo en una entrevista a CNN.

La Casa Blanca negó las acusaciones airadamente. “Sugerir que Estados Unidos orquestó todo esto en beneficio de un candidato político suena… irracional”, dijo la portavoz Dana Perino. Washington lleva años intentando que la propia Georgia, junto con Ucrania, ingrese en la OTAN, la organización militar creada en 1949 para proteger a los aliados europeos de un posible ataque soviético. Moscú se ha opuesto frontalmente a que dos ex repúblicas soviéticas fronterizas con su territorio nacional ingresen en esta organización.

El asunto ha llegado a salpicar a Turquía, miembro de la OTAN desde 1952. Desde el pasado fin de semana, el Gobierno turco ha permitido que dos barcos norteamericanos atraviesen el estrecho del Bósforo para acceder al mar Negro y abastecer a Georgia de bienes de primera necesidad.

Rusia es un gran cliente comercial de Turquía, y, a la vez, su mayor proveedor de gas y carbón. Se calcula que el comercio entre ambos países genera unos 25.000 millones de euros anuales. En un dilema digno de los años de la guerra fría, Ankara se debate entre su lealtad a la Alianza Atlántica y sus intereses comerciales. Por ahora, hay unos 10.000 camiones turcos retenidos en las fronteras rusas. Mientras Moscú explica que son inspecciones rutinarias a las que obliga una nueva ley, Ankara sospecha que en realidad se le está lanzando un aviso contra el apoyo a Washington.

Otros países del antiguo Pacto de Varsovia han aprovechado la escalada de tensiones para alinearse con Estados Unidos. Es el caso de Polonia, que el 20 de agosto firmó con Washington el acuerdo definitivo para el desarrollo de un escudo antimisiles en su territorio. “Este pacto nos ayudará a enfrentarnos a las nuevas amenazas del siglo XXI”, dijo entonces la secretaria de Estado, Condoleezza Rice. “El escudo no está diseñado en contra de Rusia”, añadió. El 8 de julio, Rice había firmado un acuerdo similar con la República Checa.

Moscú respondió con hechos el pasado jueves. El Ejército ruso lanzó desde la localidad de Plesetsk un misil de largo alcance Topol, que podría sortear el sistema de defensa antimisiles. Su alcance es de 10.000 kilómetros. “La prueba estuvo especialmente diseñada para comprobar la capacidad del misil de evitar la detección desde tierra”, dijo el coronel ruso Alexandr Vovk, en un claro desafío a la estrategia estadounidense.

Nenhum comentário:

Postar um comentário